Composición química y estructura cristalina.
Para comprender adecuadamente que es una especie mineral, es preciso considerar el mundo de los átomos es indispensable, de hecho, especificar cuáles son los átomos que componen una determinada especie, y para hacer esto es preciso un análisis químico. Pero no es suficiente de hecho, los mismos átomos, si se unen entre ellos de distintos modos, dan lugar a sustancias diversas.
Por ejemplo, existen numerosísimos silicatos de magnesio, de aluminio, de calcio, etc., que se diferencian entre ellos por las distintas proporciones de sus varios componentes o bien por su diferente estructura. No es infrecuente el caso en el que se tienen estructuras diferentes para sustancias exactamente con la misma composición química: un ejemplo clásico es el del diamante y el grafito, constituidos únicamente por carbono, pero con unos enlaces de átomos muy distintos en ambos casos.
Tambien las propiedades físicas, que dependen del modo en que están relacionados los átomos, pueden variar sensiblemente: piénsese precisamente en estos dos minerales, uno de los cuales es muy duro y transparente, mientras que el otro es blando у орасо, Existen casos en los que en la naturaleza aparecen incluso tres formas distintas con la misma composición química.
Por ejemplo, el bióxido de titanio, TIO, forma tres magníficos minerales: rutilo, la anatasa y la brookita, todos ellos en espléndidos cristales, pero de forma y estructura completamente distinta.
Por tanto, y resumiendo, la composición química y la estructura cristalina son dos puntos fundamentales para caracterizar una determinada especie mineral. Por ejemplo, la adamita, arseniato de zinc, no está casi nunca pura; de hecho, algunos átomos de zinc a veces se sustituyen por átomos de cobre o bien, aunque más raramente, de cobalto. En el primer caso la adamita, que por regla general cuando es pura es incolora, y en otros casos ligeramente amarillenta, se presenta con un bello color azul más o menos intenso, según la cantidad de cobre que contenga, mientras que en el caso en que contiene cobalto el mineral es rosado e incluso rojo.
Se tienen, por tanto, dos variedades distintas: la primera, llamada cuproadamita (del latín (cuprum » o «aes cy-prium», que quiere decir precisamente cobre), la segunda, llamada cobaltoadamita. La sustitución del zinc por parte del cobre y del cobalto es solamente parcial, de hecho, si el contenido de cobre supera al de zinc, el mineral estaría adscrito a una especie distinta, la olivinita, mientras que todavía no se ha encontrado en la naturaleza un mineral de este tipo con prevalencia de cobalto (si se encontrase tendría derecho a ser considerado como una nueva especie y a ser llamado con un nombre escogido por el descubridor).
El número de especies. Otras variedades dependen por el contrario de su carácter cristalino o del tipo particular de crecimiento conjunto de los cristales: se ha dicho, sin embargo, que por regla general estas diferenciaciones son residuos de una vieja tradición, puesto que ahora los investigadores son bastante reacios a multiplicar los nombres de los minerales, por lo que se limita en la mayor medida posible a dar nuevos nombres a una sola especie. El número de estas ha crecido sensiblemente respecto a años pasados, de 1.500-2.000 a cerca de 3.000-4.000.
Precisamente por esto, difícilmente una colección privada posee más de 1.500 especies en ejemplares de completa autenticidad, y quien alardee de poseer más raras veces encuentra crédito en ambientes cualificados. De hecho, las especies minerales fácilmente obtenibles son sólo algunos centenares y cuando se supera cierto número, 600-700, es extremadamente difícil obtener muestras significativas. No debemos de olvidar de hecho, que muchas especies se han encontrado en muy pocos lugares o incluso en una única localidad, por lo que sucede igual que en el mundo de los coleccionistas de sellos cuando aparecen algunos, como el famoso sello de la Guayana, único en el mundo. Los ejemplares excepcionales.
Sucede algunas veces que nos encontramos con interesantes redescubrimientos que permiten que un mineral rarísimo y destacado, por ser único o casi único pasa a ser menos raro, y por lo menos potencialmente adquirible por un coleccionista medio.
Un célebre caso es el de la legrandita, un arseniato de zinc que se encontró en 1932 en Méjico, por un tal Legrand, bajo forma de única muestra. Sólo en los años cincuenta comenzaron a encontrarse nuevos ejemplares en pequeñas cantidades en Mapimi en el mismo estado mejicano de Durango. Algunos de estos ejemplares son de tal belleza que permiten considerar a la legrandita como una de las especies más deseadas por sus valores estéticos: los cristales son de color amarillo intenso y se presentan como manojos sobre una matriz oscura de limonita.
Más próximo a nosotros es el caso de la bazita. Esta especie fue descubierta por primera vez en 1915, a dentro de un conjunto de minerales en Baveno, por José Calvello, un apasionado coleccionista de Milán que trabajaba para el Instituto Mineralógico Italiano, una sociedad que se dedicaba a la venta de minerales a coleccionistas y museos comercializando los mejores ejemplares, que por aquel entonces se podían encontrar en Italia. Entre los muchos ejemplares se encontraron algunos fragmentos de una gran geoda, en la que se podían observar cristales azules.
El profesor Artini, famoso investigador milanés, los estudió y descubrió que se trataba de un mineral nuevo que contenía un metal rarísimo, el escandio; el análisis micro químico determinó la existencia de este mineral que aún hoy se puede considerar como legendario. Durante algunos años los escasos cristales de bazita fueron únicos en el mundo, más adelante se descubrió en algunas localidades suizas (sobre todo en Val Strem, en los Griñones, y también en la zona de Furka-Grimsel) se obtenían también excelentes cristales, a veces incluso mejores que los de Baveno.
En los años sesenta un cierto número de buenos ejemplares de bazita se encontraron también en la antigua Unión Soviética (Kazakhstan), por lo que esta especie ya se encuentra presente en un buen número de colecciones (los ejemplares de Baveno, de autenticidad demostrada siguen siendo, sin embargo, muy pocos).
ENCICLOPEDIA LOS MINERALES, Ediciones Nueva Lente, páginas 116 y 120