Epitaxia y maclas. Un mundo a descubrir
Los cristales maclados.
En el mundo de los minerales se nota con cierta frecuencia que existen grupos típicos de cristales unidos de forma regular: esto corresponde al fenómeno del maclado. Por ejemplo, existen a veces uniones en forma de «Cruz» de dos cristales distintos (estaurolita, pirita), o bien, de «rodillas», con un característico ángulo entre los dos cristales distintos (rutilo), en «punta de lanza» (yeso), etc.
Menos evidentes son, por el contrario, otros modos de maclado que pueden simular un solo cristal: por ejemplo, los llamados «maclas de Baveno», que se producen generalmente en la ortoclasa; son dos cristales distintos unidos entre ellos de forma tan perfecta que a simple vista se diría que son un único cristal prismático y alargado.
Análogamente, existen también grupos de tres o más cristales distintos (macla múltiple) que simulan frecuentemente un único cristal: casos característicos y ya clásicos son las maravillosas maclas triples de aragonito, que proceden de Molina de Aragón, o también, los espléndidos crisoberilos, a menudo utilizados como gemas, que proceden de la región de los Urales (alejandrita) o de Brasil.
En otros casos se tiene un único cristal formado, en realidad, por innumerables individuos maclados. Esto sucede, sobre todo, cuando un mineral cristaliza a alta temperatura, según un cierto tipo de estructura cristalina, y después a temperatura más baja se transforma en otro tipo de cristal. En el mundo mineral hay numerosísimos ejemplos de estas transformaciones, como la leucita, los feldespatos y algún sulfuro más o menos raro.
Sin embargo, esta situación no es muy evidente a simple vista, y sólo se nota examinando las secciones del cristal por el microscopio. En algunos casos, incluso ni siquiera la observación microscópica es suficiente, dadas las dimensiones extremadamente diminutas de los individuos cristalinos, y las maclas se descubren solamente mediante un estudio de rayos X.
La epitaxia.
Un fenómeno bastante semejante al de las maclas es la epitaxia. Aquí los cristales orientados uno de frente al otro, de forma regular, no son de la misma especie mineral, sino de especies distintas. También la epitaxia, aun siendo más rara que la macla, no es un hecho excepcional: pensemos, por ejemplo, los magníficos ejemplares de hematites con rutilo, que proceden de distintas localidades alpinas sobre todo de Cavradi o de Cervandone), o bien albita sobre ortoclasa de Baveno (y de muchísimos otros granitos).
La epitaxia, como la macla, encuentra una analogía estructural sobre las caras que están en contacto. De hecho, la superficie de un cristal es menos positiva desde el punto de vista termodinámico, que el interior del propio cristal dentro del cual, todos los átomos encuentran una situación óptima por cuanto se refiere al número y disposiciones de las leyes químicas. Por tanto, aunque hay siempre una cierta discontinuidad entre las dos partes de contacto que da lugar a un «reforzamientos, en las ligazones entre los átomos esta situación es, a menudo, favorable respecto a la superficie verdadera y propia, en otras palabras, la situación entre las dos partes en contacto resulta más próxima en el interior del cristal que en la superficie del mismo.
En realidad, la explicación de este complejo fenómeno no es tampoco tan simple como aquí se expone, puesto que vienen a favorecer, ulteriormente, la situación de algunos tipos particulares de defectos (dislocaciones, etc.) del edificio cristalino. Sobre la base de estas más complejas consideraciones, hoy se trata también de explicar cómo es posible que un determinado mineral se encuentra casi siempre maclado en determinados yacimientos, mientras que en otros puede faltar casi por completo (pensemos en las clásicas maclas en cruz de hierro de la pirita), o bien, también el fenómeno por el que algunas veces se tiene con mucha frecuencia un cierto tipo de macla y falta, por el contrario, otros (piénsese en las maclas de ortosa, según la ley de «Carlsbad», o en los cuarzos del Brasil, que faltan constantemente en los filones de las rocas alpinas, mientras son prácticamente la regla general en algunas localidades).
La epitaxia favorece la industria, la maclación no. Desde un punto de vista práctico, por último, la presencia de maclas hace que muchos cristales sean inutilizables para aplicaciones industriales (el cuarzo piezoeléctrico no debe estar maclado), mientras que la epitaxia puede, a veces, ser utilizada para construir elementos con estratos de materiales distintos, monocristalinos, unidos perfectamente entre ellos, muy valiosos para aplicaciones en el campo de la electrónica.
ENCICLOPEDIA LOS MINERALES, Ediciones Nueva Lente, página 288
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