¿Qué es la radiactividad?
Con la radiactividad se indica la propiedad que tienen ciertos átomos de transformarse espontáneamente en otros, la considerable cantidad de energía que generalmente de libera en estos fenómenos es emitida bajo forma de radiaciones características. Entre estas se halla, sobre todo: los rayos «gamma», que son sustancialmente semejantes a los rayos X, pero dotados de longitud de onda todavía más corta y, por tanto, según las reglas de la física, corresponden a energías mucho más altas; los rayos «beta» (que son electrones emitidos a altísima velocidad y los rayos «alfa», (que no son más que núcleos de helio, emitidos también a velocidad considerable, si bien no tan alta como la de los electrones.
Con rayos diversos, efectos diversos.
Desde el punto de vete de la emisión de estos rayos, tenemos efectos diversos, según el tipo de rayos emitidos.
Los rayos alfa, de hecho, son los que quizá dan lugar a fenómenos más vistosos, ya que en numerosos casos se logra percibir, incluso a simple vista, una especie de rayo con la luz emitida por una sola de estas partículas, que choca contra un material fluorescente.
Por otra parte, precisamente porque se producen estos efectos, son justamente los rayos allá los que, chocando fuertemente con la materia, son trenados rapidísimamente, basta con un simple papel o un par de centímetros de aire para frenarlos completamente los rayos beta pueden, por el contrario, superar espesores netamente mayores, sobrepasando incluso laminas metálicas con facilidad; los rayos gamma, por último, atraviesan también tranquilamente una pared, atenuándose poco a poco al traspasar el espesor de varios materiales con mucha lentitud.
Los reveladores de radiactividad.
Existen muchos métodos para comprobar la radiactividad: los más usados aprovechan la propiedad de las radiaciones de hacer conductor un gas o de impresionar una película fotográfica, o también los efectos de luminotecnia que los rayos suscitan en algunos cristales, los cuales, en tal caso, actúan de reveladores. Por ejemplo, un contador Geiger-Muller aprovecha, esencialmente, el primer fenómeno (junto con otros efectos), mientras que un escintilómetro aprovecha la luminosidad provocada por los rayos. Si dispusiéramos, por casualidad, aunque sólo fuera por poco tiempo, de tales instrumentos podríamos hacer varias observaciones interesantes: de hecho, observaríamos que la radiactividad está por doquier y los instrumentos no marcan jamás «radiaciones cero».
Esto no se debe a los efectos creados por el hombre con mecanismos nucleares, sino que se deben (al menos en gran parte) a efectos naturales (radiación cósmica y también presencia de elementos radiactivos como normales constituyentes de las rocas). Por ejemplo, el potasio, que es uno de los principales componentes de las rocas eruptivas y metamórficas (granitos, gneises, basaltos, etc.), es ligeramente radiactivo y muchas de estas rocas contienen uranio y torio en cantidades no despreciables.
La radiactividad natural no es peligrosa.
Cuando en un solo metro cúbico de granito están presentes normalmente algunos gramos de uranio o de torio, parece extraña la precaución de algunos de considerar como peligroso un pequeño ejemplar de mineral radiactivo, o bien una simple «botella» que contenga compuestos de estos elementos.
En realidad, la radiactividad natural sólo raras veces alcanza limites peligrosos (en la práctica, solamente en algunas minas de uranio poco ventiladas), mientras que el oscilar de los contadores delante de cualquier ejemplar es más bien solamente un indicio de extrema sensibilidad de estos instrumentos reveladores. Se puede, por tanto, estar tranquilo sobre la peligrosidad de los ejemplares de minerales radiactivos que figuran en las colecciones.
ENCICLOPEDIA LOS MINERALES, Ediciones Nueva Lente, página 364