Es un «juguete científico» que tiene el mérito no solo de divertir, sino de revelar la radiactividad de los ejemplares, incluso de gránulos diminutos, inventado en los primeros años del siglo XX por el científico inglés William Crookes. Este aparato, constituido por una pantalla sensible (formada generalmente por un sulfuro de cinc o de platino-clanuro de barlo, ambas sustancias, fosforescentes y fluorescentes), sobre la cual se sobrepone una lente de escaso aumento, sobre la que se coloca el ejemplar a examinar.
Es importante escoger una distancia oportuna, que no debe ser demasiado grande, pues los rayos alta, a los cuales este instrumento es sensible, se frenan en el aire; generalmente se suele poner el ejemplar a unos 6 ó 7 mm y no más lejos de 2 cm. Por otra parte, es recomendable no tocar jamás la pantalla sensible con el ejemplar, puesto que podrían permanecer en ella trazas apreciables de polvo radiactivo.
La frenética actividad de los átomos. Observémoslos en completa oscuridad. En los primeros minutos nos parecerá que no vemos absolutamente nada, pero tras una decena de minutos, si el instrumento se ha construido adecuadamente y si el ejemplar es radiactivo y ha sido colocado adecuadamente en el aparato, veremos una miríada de pequeños puntos luminosos que se encienden y se apagan.
Cada uno de estos puntos se debe a una especial partícula alfa, es decir, de un núcleo individual de helio emitido por átomos radiactivos que se encuentran en el ejemplar (uranio, torio y sus productos de desintegración, como el radio, el polonio, etc.), meditemos un instante; a simple vista se puede ver ya como sensación luminosa bien clara el efecto de un simple átomo, y en un momento podemos comprender por un lado la verdadera existencia de los átomos (durante milenios se ha discutido sobre estos problemas, pero ninguno jamás habia logrado dar pruebas definitivas hasta principios del siglo XX), y, por otro lado, la enorme energía que este núcleo de helio debe tener para dar efectos visibles, a pesar de su extremada pequeñez.
Cómo construir el aparato. ¿Cómo podemos construir este aparato? No es muy difícil, basta con tener suerte en encontrar la sustancia fluorescente-fosforescente adecuada. En general el polvillo amarillo que cubre los aparatos de rayos X es uno de los materiales mejores para tal fin, y un fragmento de pantalla es suficiente para construir el aparato.
Con este polvillo se puede hacer una pantalla sensible, válida para nuestro fin, esparciéndolo en una finísima capa sobre un trozo de vidrio; la parte sensible se coloca sobre el ejemplar, pero la lente está montada por la otra parte y, por tanto, la pantalla debe transparente. Para fijar el polvo, que no debe estar cubierto de material adhesivo, porque las partículas alfa se pararían antes de alcanzar el material fluorescente, es preciso espolvorear ligeramente sobre una capa casi seca de barniz transparente (solución de pegamento en acetona casi seca). Un método también excelente es utilizar una vieja placa fotográfica decolorada con solución de iodo y sucesivo tratamiento; la gelatina incolora casi seca sirve fácilmente para adherir el polvillo fluorescente sin dar lugar a efectos de inclusión, que la harían insensible.
Un instrumento sensible y seguro. Este aparato, que nos permite ver el efecto de un único átomo radiactivo, es, naturalmente, un instrumento muy sensible y seguro, puesto que no sufre interferencias por parte del medio ambiente (rayos cósmicos o también otras sustancias radiactivas próximas).
Tiene, además, la propiedad de revelar la radiactividad de un diminuto cristal puesto sobre un cierto ejemplar, radiactividad que a veces es muy difícil de probar, incluso con los instrumentos más sofisticados, porque se convierte en más problemático saber si ella se debe a un cierto cristal o a un ejemplar que contiene vestigios de elementos radiactivos, los cuales no dan lugar a auténticos minerales.
ENCICLOPEDIA LOS MINERALES, Ediciones Nueva Lente, página 732
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